Haga que la otra persona se sienta importante
Si somos tan despreciables, por egoístas, que no podemos irradiar algo de felicidad y rendir un elogio honrado, sin tratar de obtener algo a cambio, si nuestras almas son de tal pequeñez, iremos al fracaso, al fracaso merecido.
Hay una ley de suma importancia en la conducta humana. Si obedecemos esa ley, casi nunca nos veremos en aprietos. Si la obedecemos, obtendremos incontables amigos y constante felicidad. Pero en cuanto quebrantemos esa ley nos veremos en interminables dificultades. La ley es ésta: Trate siempre que la otra persona se sienta importante. El deseo de ser importante, el anhelo de ser apreciado, es el impulso más profundo que anima el carácter humano. Y eso es lo que nos diferencia de los animales. “Trata al prójimo como a ti mismo”. Demos a los otros lo que queremos que ellos nos den. ¿Cuándo? ¿Dónde? La respuesta es siempre, en todas partes.
Frases como “Lamento molestarlo”, “Tendría usted la bondad de...” “Quiere hacer el favor de...” “Tendria usted la gentileza”, “gracias”, o pequeñas cortesías como éstas sirven para aceitar las ruedas del monótono mecanismo de la vida diaria, y de paso, son la seña de la buena educación.
Para que la vida de una persona cambie totalmente, puede bastar que alguien le haga sentir importante. La verdad sin ambages es que casi todos las personas con que uno tropieza, se sienten superiores a usted en algún sentido, y un camino seguro para llegarles al corazón es hacerles comprender, de modo muy sutil, que usted reconoce su importancia, y que la reconoce sinceramente. Hábleles a las personas de ellos mismos, y le escucharán durante horas.
Sea un buen oyente
Escuchar con interés es uno de los más altos cumplimientos que se pueden rendir. El protestador crónico, aún el crítico más violento, se apaciguará y suavizará frecuentemente en presencia de un oyente que muestre paciencia y simpatía, que sepa escuchar sin hacer interrupciones frecuentes.. Muchas personas no logran causar una impresión favorable porque no escuchan con atención. Están tan preocupados por lo que van a decir, que no escuchan nada. La persona que sólo habla de sí, sólo piensa en sí. Y la persona que sólo piensa en sí mismo, carece de toda educación, por mucha instrucción que tenga. De manera que si aspira a ser un buen conversador, sea un oyente atento. Para ser interesante, hay que interesarse. Pregunte cosas que su interlocutor se complacerá en responder. Aliéntelo de hablar de sí mismo y de sus experiencias.
Recuerde el nombre de los demás
Es importante recordar el nombre de la gente que vamos conociendo, porque ésto agrada y los predispone a una buena relación con nosotros. La mayoría de gente no recuerda los nombres sencillamente porque no dedican el tiempo y la energía necesaria para concentrar, repetir y fijar los nombres en la memoria. Si recuerdas el nombre de una persona que apenas conoces, haces que ésta se sienta importante. Deberíamos comprender la magia que hay en un nombre, y comprender que es algo propio, exclusivo de esa persona, y de nadie más. El nombre pone aparte al individuo; lo hace sentir único entre los demás. La información que damos, o la pregunta que hacemos, toma un importancia especial cuando le agregamos el nombre de nuestro interlocutor. El nombre obrará milagros cuando tratamos con la gente.
Sonría
Las acciones dicen más que las palabras, y una sonrisa expresa : “Me gusta usted, me causa felicidad, me alegro tanto de verlo”. Por eso es que los perros tienen tantos amigos. Se alegran tanto cuando nos ven, que brincan como locos. Y nosotros, naturalmente, nos alegramos de verlos. La sonrisa de un bebé tiene el mismo efecto.¿Una sonrisa poco sincera? No, a nadie engañaremos. Hablamos de una verdadera sonrisa, que alegre el corazón, que venga de dentro.
Según un psicólogo de la universidad de Michigan: “La gente que sonríe tiende a trabajar, enseñar y vender con más eficacia, y a criar hijos más felices. En una sonrisa hay mucha más información que en un gesto adusto. Es por eso que en la enseñanza es mucho más eficaz el estímulo que el castigo.
Rara vez triunfa una persona en cualquier cosa a menos que le divierta hacerla. Tiene usted que disfrutar cuando se encuentre con la gente, si espera que los demás se lo pasen bien cuando se encuentran con usted.
¿No tiene usted ganas de sonreír? Bien, ¿qué hacer? Dos cosas. Primero, esforzarse en sonreír. Si está solo, silbe, tararee o cante. Proceda como si fuera feliz y eso contribuirá a hacerlo feliz: si se regula la acción, que está bajo el control más directo de la voluntad, podemos regular el sentimiento, que no lo está.
Todo el mundo busca la felicidad. Y hay un medio seguro para encontrarla. Consiste en controlar nuestros pensamientos. La felicidad no depende de condiciones externas. Depende de condiciones internas. No es lo que tenemos, somos, realizamos o dónde estamos lo que nos hace felices. Nada de eso, es lo que pensamos acerca de todo ello.
Salude a sus amigos con una sonrisa y ponga el alma en cada apretón de manos. No tema ser mal comprendido y no pierda un minuto pensando en sus enemigos. Tenga fija la atención en las cosas grandes y espléndidas que le gustaría hacer, y verá, como a medida que pase el tiempo, aprovechará todas las oportunidades requeridas para el cumplimiento de su deseo. Fórjese la idea de la persona capaz que quiere ser, y esa idea lo irá transformando hora tras hora en ese individuo. El pensamiento es supremo.
Interésese sinceramente por los demás
Usted puede ganar más amigos en dos meses interesándose de verdad en los demás, que los que se pueden ganar en dos años cuando se trata de interesar a los demás en uno mismo. El individuo que no se interesa por sus semejantes es quien tiene las mayores dificultades en la vida y causa las mayores heridas en los demás.
No da resultado forzar a los demás a que se interesen por nosotros. Los demás sólo se interesan en sí mismos. Cuando usted mira una fotografía de grupo en la que estás usted, ¿a quién mira primero?
Todos nosotros, seamos empleados de una oficina, obreros de fábrica, o reyes, gustamos de la gente que nos admira.
Si queremos tener amigos, dediquémonos a hacer cosas para los demás, cosas que requieren tiempo, energía, altruismo.
Si queremos tener amigos, saludemos a los demás con animación y entusiasmo. Un famoso poeta romano dijo “Nos interesan los demás cuando se interesan por nosotros.” El interés, como todo lo demás en las relaciones humanas, debe ser sincero. Debe dar dividendos no sólo a la persona que muestra el interés, sino también a la que recibe la atención. Las dos partes se benefician.
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