"Tu problema es que le das demasiada vueltas a las cosas", me dijeron una vez. Pensar mucho las cosas puede ser bueno, nos hace ser constantes, por ejemplo, en buscar la solución a un problema, hasta que damos con ella. Pero también tiene su lado oscuro.
En el momento en que un pensamiento se hace recurrente y nos aporta infelicidad cada vez que nos recreamos en él, necesitaremos buscar vías de escape para recuperar nuestro equilibrio emocional.