El mejor ejemplo de esta distorsión de la ira consiste en convertir las preferencias personales en el equivalente a los Diez Mandamientos. En general, estos pensamientos incluyen pensamientos como debería, tengo que, tendría que. Tener unos valores claros es algo positivo. Sin embargo, cuando esos valores se elevan a la categoría de dictados morales pueden surgir problemas con la ira.
Concretamente, la ira hace acto de presencia cuando juzgamos a los demás a través de una serie de mandamientos sobre cómo deberían o no deberían comportarse. Un caso típico es el de otorgarse un derecho o privilegio (A mí no deberían ocurrirme cosas malas) Otro caso habitual implica el perfeccionismo (Ésa no es la forma correcta de hacerlo. Deberías hacerlo bien). La ecuanimidad es otro tema importante (Eso no es justo. No es correcto que las cosas no estén igualadas).
El mayor problema de las estrategias de exigencia excesiva es que los demás rara vez hacen lo que consideramos que deben hacer. Sólo porque deseemos algo o creamos en algo no significa que los demás tengan que estar de acuerdo. Cuando las cosas no van como nos gustaría, o cuando no conseguimos lo que queremos, resulta razonable sentirse frustrado y decepcionado. Sin embargo, achacar esos sentimientos a los fallos morales de otra persona es un camino seguro hacia la ira.
Cuando usted insiste en querer que los demás sean perfectos, lo que consigue es simplemente hacerse desdichado a sí mismo y quedarse inmovilizado. Si por ejemplo, la habitación del hotel que usted había reservado no está disponible, es mejor que busque otra solución, como irse a otro hotel. Su irritación no hará que aparezca una habitación por arte de magia.
Las enunciaciones debería de tipo irracional se basan en el supuesto según el cual usted cree que tiene derecho a obtener siempre una gratificación inmediata, de modo que en las ocasiones en las que no consigue lo que desea le da un ataque de pánico o rabia.
La gente proclive a la ira suele formular sus deseos en términos moralistas como éstos: Si soy buena con alguien, esa persona debería apreciarlo.
Los demás tienen libre albedrío y suelen pensar y actuar de maneras que a usted no le gustan. Toda su insistencia para que esa persona haga lo que usted quiere producirá resultados contrarios. Sus intentos por coaccionar y manipular a la gente con exigencias coléricas con frecuencia la alienarán y la polarizarán y harán que tenga menos deseos de complacerlo. Y es así porque a los demás no les gusta que los controlen o dominen, como tampoco le gusta a usted. Su irritación sólo hará que se limiten las posibilidades creativas para resolver los problemas.
No es verdad que usted tenga derecho a obtener lo que quiere sólo porque lo quiere. Tendrá que negociar. No duplique su problema acalorándose y atormentándose a sí mismo.
Cuando usted se enfurece con alguien afirma que está actuando injustamente, muy a menudo lo que sucede realmente es que está actuando injustamente con respecto a una serie de patrones y a un marco de referencia que difiere del suyo. Su suposición de que el otro está siendo injusto implica que su manera de ver las cosas es universalmente aceptada. Si éste fuera el caso, todos deberíamos ser iguales, pero no lo somos. Todos pensamos de forma diferente. Cuando usted pasa esta verdad por alto y acusa a la otra persona de ser injusta, está polarizando innecesariamente la interacción, porque la otra persona se sentirá insultada y asumirá una actitud defensiva. Entonces los dos discutirán infructuosamente sobre quién tiene razón.
Aunque esté convencido de que el otro tipo está actuando injustamente, deber darse cuenta de que sólo lo hace con respecto al sistema de valores que tiene usted. Él está actuando de acuerdo con su propio sistema de valores, y no según el que rige para usted. La mayoría de las veces, su reprobable acción a él le parecerá bastante justa y razonable.
¿Usted quiere que la gente actúe justamente? Entonces debe querer que actúe como lo hace aunque le disguste. Mientras tanto, puede tomar medidas para asegurarse de que no sufrirá como consecuencia de lo que hace el otro.
Fuente: Sentirse Bien, una nueva terapia contra las depresiones. David Burns
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