- Psicológicamente, la ira acaba con las relaciones afectivas; interfiere con la comunicación; conduce a la culpabilidad y a la depresión y en general interfiere con tu vida.
- La expresión de tu ira es más saludable que su represión. Pero existe una postura aún más sana: no sentir esa ira en absoluto.
- La ira nunca logra cambiar a los demás: sólo
consigue intensificar el deseo de la otra persona de controlar a la
persona enfadada. Si la persona ve qué nos hace enfadar, puede
repetirlo para hacernos enfadar otra vez (puede enfadar a la otra
persona cuando quiera).
- La ironía de la ira es que nunca logra cambiar a los demás: sólo consigue intensificar el deseo de la otra persona de controlar a la persona enfadada.
- Si bien el provocador aparenta estar asustado, por otro lado sabe que puede enfadar a la otra persona cuando quiera.
- Cada vez que eliges enfadarte debido al comportamiento de otra persona, le estás privando de su derecho de ser lo que ella escoja. Dentro de tu cabeza está la frase neurótica: ¿Por qué no eres más parecido a mi? Pero los demás no serán nunca como tú quieres que sean, todo el tiempo por lo menos. Gran parte del tiempo las cosas y la gente serán distintas a lo que tú quisieras que fueran. Así es el mundo, y la posibilidad de cambiarlo es nula.
- No reírse
es un indicativo patológico. ¿Qué sacas con desperdiciar tu
presente estando enfadado cuando la risa sienta tan bien?
- Cada vez que optas por la rabia cuando te enfrentas con alguien o con algo que no te gusta, optas por dejarte herir o inmovilizarte de alguna manera por culpa de la realidad. Es una tontería molestarse por cosas que no van a cambiar nunca. En vez de escoger la ira, puedes empezar a pensar en los demás como en seres que tienen derecho a ser diferentes a lo que tú quisieras que fueras.
- La ira sólo alentará a los demás a seguir siendo como son y te provocará tensiones físicas y torturas mentales.
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