No ayudamos a nadie ni a nosotros mismos, mostrándonos decaídos, abrumados cuando no asustados e impotentes, en momentos de dificultad. Es mejor que intentemos buscar posibles salidas, que siempre las hay.
Lo mejor que podemos hacer con alguien que, en ese momento, no ve ninguna salida, es que primero, se sienta escuchado; segundo, que se sienta comprendido y tercero, que perciba que ¡hay alternativas que no había visto con anterioridad!
Para salir de las situaciones difíciles un requisito previo es que la persona crea que hay opciones, y eso lo logrará más fácilmente desde la ilusión que desde la desesperación.
La tristeza, como la alegría, se contagia con facilidad. Pero mientras la alegría es salud para las personas, la tristeza, cuando se mantiene en el tiempo, es un debilitador que mina nuestras fuerzas y nos provoca vulnerabilidad e inseguridad. El paso que hay desde esa tristeza prolongada a un pesimismo generalizado e irracional es muy corto.
Hay personas que son auténticos secantes, absorben la energía que hay a su alrededor, siempre se están quejando y compadeciendo, de tal forma que agotan a las personas cercanas y terminan produciendo un rechazo generalizado.
Por el contrario, hay auténticos "cascabeles", que siempre parecen estar de buen humor, que desprenden energía positiva, que contagian con su excelente ánimo y que se convierten en paradigmas de la felicidad. En ambos casos, esas personas están "acostumbradas" a vivir con su forma de ser y se resignan o disfrutan de sí mismas.
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Fuente: La Inutilidad del Sufrimiento. Claves para Aprender a Vivir de Manera Positiva. María Jesús Álava Reyes.
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