La ira reduce el estrés. El estrés provoca una respuesta fisiológica: la tensión. La ira alivia la tensión, pero sólo temporalmente. Inmediatamente después de una explosión de ira muchas personas tienen una extraña relajación, como si se hubieses quitado un peso de encima. Sin embargo, la tensión no tarda en reaparecer.
Además, los estudios demuestran que la ira provoca más ira. Cada vez que se deja llevar por la ira para enfrentarse al estrés, el siguiente arranque se produce con mayor facilidad y es más violento (y más difícil de controlar).
Expresar la ira no sólo la aumenta, sino también la de los que le rodean. Al sentirse heridos, se ponen a la defensiva y contraatacan. Se endurecen, de manera que les importa menos sus necesidades y sentimientos.
La ira oculta un dolor emocional. Es una buena defensa contra el miedo, la pérdida, la culpa, la vergüenza y los sentimientos de rechazo o fracaso. Encubre las emociones dolorosas y bloquea los sentimientos.
Además, la depresión empeora porque la ira aleja a los demás y nos quedamos solos. Entonces tenemos que aumentar más nuestra ira para bloquear esos niveles más elevados de culpa o tristeza.
El problema con el uso de la ira como defensa es que se convierte en una costumbre. El reflejo de la ira se dispara ante la menor crítica o el más mínimo motivo de ansiedad. Pongamos que está usted un poco preocupado mientras calcula las facturas. Es mucho más fácil estallar porque su pareja ha comprado una cafetera exprés.
3 . La ira capta la atención de los demás. En ocasiones parece que nadie lo escucha si no habla usted a gritos. La ira atrae la atención de los demás. Se alarman, y e ocasiones, intentan calmarle. Sin embargo, el beneficio inmediato tiene consecuencias negativas a largo plazo. En primer lugar, un cierto porcentaje de personas no responden a la ira con atención. Se ponen inmediatamente a la defensiva y dejan de prestar atención. Empiezan a evitarle o, lo que es peor, se ponen en su contra.
Los que le prestaban atención por su ataque de ira, se habituarán a ella, dejarán de alarmarse por sus arranques y mostrarán disgusto. En lugar de escucharle, mostrarán resentimiento y se encerrarán en sí mismos.
4. La ira puede servir como castigo y venganza. Alguien le decepciona profundamente. En su interior siente una enorme oleada de rabia. Quiere castigarle y darle una lección: desea que sufra tanto como usted. Ansía tener la oportunidad de devolverle el daño.
El problema es que, cada vez que actúa llevado por esos impulsos, se gana enemigos y éstos suelen ser las personas que más quiere y necesita. Naturalmente sus enemigos desean castigarle.El mundo se convierte en escenario de enfrentamientos encarnizados.
5. La ira le ayuda a cambiar a los demás. En las familias disfuncionales se aprende a utilizar la ira para extorsionar a los demás. Se amenaza con explosiones de rabia, o con el temor a esas explosiones, para que los otros respondan a nuestras exigencias.
Por supuesto, a largo plazo, esas personas se alejan de usted. Les duele verse controladas por el miedo.
Al asignar la responsabilidad a otra persona de cambiar una situación dolorosa, está emprendiendo el resbaladizo camino de descenso hacia la indefensión y la depresión. Deja a los demás a cargo de su dolor y su vida.
Ejercicio: piense en cómo ha utilizado usted la ira (puntos 1 a 5 de arriba) con amigos, hijos, familia, compañeros de trabajo, el jefe, contra los objetos, con otras personas. etc, dé ejemplos y diga qué pasó con su ira, si aumentó o no.
Fuente: Sentirse Bien, una nueva terapia contra las depresiones. David Burns