¿No tiene usted más fe en las ideas que usted mismo descubre que aquellas que se le sirven en bandeja de plata? Si es así, ¿no demuestra un error de juicio al tratar que los demás acepten a toda fuerza las opiniones que usted sustenta? ¿No sería más sagaz hacer sugerencias y hacer que los otros lleguen por sí mismos a las conclusiones?
Nadie quiere oír que se le quiere obligar a hacer algo. Todos preferimos creer que aplicamos nuestras ideas. Nos gusta que se nos consulte acerca de nuestros deseos, nuestras necesidades, nuestras ideas.
Dejar que la otra persona crea que la idea es suya, no sólo funciona en política o en los negocios, sino también en la vida familiar.
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