Convierte en práctica retirar la atención que prestas al pasado y al futuro cuando no sean necesarios. Si el futuro imaginario es mejor, te da esperanza o expectativas placenteras. Si es peor, crea ansiedad. Ambas son ilusorias.
En cuanto eres capaz de observar tu mente, ya no estás atrapado en ella. Mantente presente como observador de tu mente, de tus pensamientos y emociones, así como de tus reacciones a las diversas situaciones.
Interésate al menos tanto por tus reacciones como por la situación o persona que te hace reaccionar.
Cuántas veces tu atención se va al pasado o al futuro. No juzgues ni analices lo que observas. Contempla el pensamiento, siente la emoción, observa la reacción. No las conviertas en un problema personal.
Se necesita una intensa presencia cuando ciertas situaciones provocan una reacción muy cargada de emoción, como cuando tu autoimagen se ve amenazada, cuando te topas con un desafío existencial que te da miedo, cuando las cosas «van mal» o surge un complejo emocional del pasado.
La reacción o la emoción se apodera de ti; te «conviertes» en ella. Eres el actor que la representa pero no eres tú; es una pauta reactiva, es la mente en su modalidad habitual de supervivencia.
La identificación con la mente da a ésta más energía; la observación le resta energía.
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