Para liberarte de tu mente has de prestar una atención especial a cualquier patrón de pensamiento repetitivo, a esos viejos discos de gramófono que pueden haber estado dando vueltas en tu cabeza durante años. Esto es lo que llamo «observar al pensador».
Cuando escuches esa voz, escúchala imparcialmente. Es decir, no juzgues. La voz está allí y yo estoy aquí, observándola. Esta sensación de tu propia presencia, no es un pensamiento. Surge de
más allá de la mente. Así, cuando escuchas un pensamiento, no sólo eres consciente del pensamiento, sino también de ti mismo como testigo del pensamiento. De este modo el pensamiento pierde su poder sobre ti y se disuelve rápidamente. Es el principio del fin del pensamiento compulsivo e involuntario.
Con la práctica, la sensación de quietud y de paz se va ahondando. A medida que profundizas en este reino de la no-mente, como a veces se le denomina en Oriente, vas alcanzando el estado de conciencia pura.
También puedes crear una apertura en la corriente mental por el simple hecho de dirigir el foco de tu atención al ahora. Basta con que te hagas intensamente consciente del momento presente. Creas una brecha sin mente en la que estás muy alerta y consciente, pero no piensas. Ésta es la esencia de la
meditación. Puedes practicar esto en tu vida cotidiana tomando cualquier actividad rutinaria, por ejemplo, cada vez que subas o bajes las escaleras en tu casa o en tu puesto de trabajo, presta mucha atención a cada escalón, a cada movimiento, incluso a tu respiración. O cuando te laves las manos, presta atención a todas las percepciones sensoriales asociadas con esa actividad: el
sonido y la sensación del agua, el movimiento de tus manos, el aroma del jabón, etc. O cuando entres en tu coche, después de cerrar la puerta, deténte durante unos segundos y observa el flujo de tu
respiración. Toma conciencia de una silenciosa pero intensa sensación de presencia. Hay un criterio que te permite medir el éxito logrado en esta práctica: el grado de paz que sientas en tu interior.
De modo que el paso más vital en tu camino hacia la iluminación es éste: aprende a no identificarte con tu mente.
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