Si verdaderamente no hay nada que puedas hacer para cambiar tu aquí y ahora, y tampoco puedes retirarte de la situación, entonces acepta totalmente que estás aquí y ahora abandonando toda resistencia interna.
De ese modo, el falso yo infeliz al que le encanta sentirse desgraciado, resentido o compadecerse de sí mismo no puede sobrevivir. A este acto se le denomina rendición. La rendición no es una muestra de debilidad; al contrario, requiere una gran fuerza. Sólo una persona que se ha rendido tiene poder espiritual. La rendición te permite liberarte internamente de la situación, y puede que entonces cambie sin esfuerzo por tu parte. Rindiéndote eres libre.
¿O hay algo que «deberías» estar haciendo y no estás haciendo? Ponte en marcha y hazlo ahora mismo.
Como alternativa, también puedes aceptar completamente tu inactividad, tu vagancia o pasividad del momento, si ésa es tu elección. Disfrútalo. Sé tan vago o inactivo como puedas. Si entras en ello plena y conscientemente, pronto podrás salir. O tal vez no. En cualquier caso, no habrá conflicto interno, ni resistencia, ni negatividad.
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