La no-rendición endurece tu forma psicológica, el caparazón del ego, creando así una fuerte sensación de separación. El mundo que te rodea, y en particular la gente, pueden resultarte amenazantes. Surge una necesidad compulsiva de destruir a los demás mediante juicios, y también la de competir y dominar. Hasta la naturaleza se convierte en tu enemigo, porque tus percepciones están gobernadas por el miedo.
La enfermedad mental que llamamos paranoia sólo es una forma más aguda de este estado de conciencia, normal pero disfuncional.
Y no sólo tu forma psicológica, sino también tu forma física, tu cuerpo se endurece y se pone rígido a causa de la resistencia. El libre flujo de energías corporales, que es esencial para la salud, queda muy restringido.
Cuando tu situación de vida te resulta insatisfactoria o intolerable, sólo si empiezas por rendirte podrás romper el patrón de resistencia inconsciente que perpetúa esa situación. La rendición es perfectamente compatible con la acción, con iniciar cambios o alcanzar objetivos, pero en el estado de rendición tu acción fluye desde una energía completamente diferente.
En el estado de rendición, ves con claridad lo que hay que hacer y empiezas a actuar. Aprende de la naturaleza: observa cómo se hace todo y cómo se despliega el milagro de la vida sin insatisfacción ni felicidad. Ya no partes de un estado de reacción y resistencia.
Observa la situación y pregúntate: ¿Hay algo que pueda hacer para cambiar la situación, mejorarla o apartarme de ella? Si es así, emprende la acción apropiada. No te centres en las cien cosas que vas a tener que hacer en el futuro, sino en la única cosa que puedes hacer ahora. Eso no significa que no puedas planificar. Podría ocurrir que lo que tengas que hacer ahora sea planificar. Pero asegúrate de no empezar a proyectar "películas mentales", perdiendo de ese modo el ahora. Cualquier acción que emprendas puede no dar fruto inmediatamente. Hasta que lo haga, no te resistas a lo que es.
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