lunes, 10 de febrero de 2014

Agresividades Ocultas

La Ley del silencio: el agresivo-pasivo

Acumular ira o rabia puede tomar la forma de agresión pasiva: el otro puede hacerte la vida imposible y tú no eres capaz de relacionar la causa. Un ejemplo es el del empleado que está en desacuerdo con el nuevo trabajo que le ha asignado su jefe, pero no le dice nada. Sin embargo, a partir de ese día, empieza a llegar tarde sistemáticamente a la oficina, poniéndole mala cara a su superior.

Estos comportamientos son típicos de las personas agresivo-pasivas. Éstas padecen un trastorno de personalidad destructivo. Todos nosotros nos hemos comportado así de chiquillos para rebelarnos contra la autoridad paterna o adulta en general. Sin embargo, algunas personas nunca superan esta etapa y siguen comportándose de adultos con la misma agresividad pasiva.

¿Cuál es el origen de ese comportamiento agresivo-pasivo? Las personas que se conducen así, con toda probabilidad, no han sido bien tratadas por sus padres en la infancia, y han engendrado desconfianza y suspicacia. De adultos, ven malas intenciones en quienes representan el papel que tuvieron sus padres (jefes, amigos o parejas dominantes, etc). Su agresividad pasiva consiste en poner malas caras, suspirar quejumbrosamente o reaccionar con silencios para hacer sentir culpables a sus víctimas, porque casi siempre ocultan lo que sienten de verdad. No hablan directamente de sus problemas o sentimientos. Son seres dependientes, pesimistas, y como inseguros que son, les falta asertividad. Alteran las situaciones de forma que se ven a sí mismos víctimas explotadas por los demás. Necesitan, por tanto, un adversario para sentirse poderosas.

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Fuente: No se lo digas a nadie ... así. Mejora tus relaciones a través de la inteligencia emocional. Francisco Galván

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