La ira es una emoción humana natural, pero cuando está fuera de control y se vuelve destructiva, puede provocar muchos problemas en las relaciones personales.
Golpear puertas u objetos para "sacar la ira" o "desahogarse" es más perjudicial que beneficioso.
La ira es una emoción que varía en intensidad: puede ir desde una pequeña irritación hasta una peligrosa e impredecible agresividad, que puede afectar a la calidad de vida con los compañeros de trabajo, los amigos y la propia familia.
La ira puede ser provocada tanto por acontecimientos internos como externos. Hay gente que se puede irritar con una persona determinada o por situaciones diversas o también por preocupaciones u obsesiones personales que no quiere o no sabe afrontar. Provenga de donde provenga la causa de la ira, es esencial controlarla.
La forma instintiva de expresar la ira es responder agresivamente. Esto nos permite defendernos cuando somos atacados. Un cierto grado de ira es, por tanto, necesario para nuestra supervivencia. Pero, por otro lado, no podemos repartir golpes a diestro y siniestro a las personas o los objetos que nos molestan.
Recientes estudios han demostrado, además, que descargar la cólera dando portazos o golpeando objetos acrecienta la conducta agresiva en vez de reducirla.
Para controlar la ira cuando aparece, es preferible antes cualquier cosa, como, por ejemplo, contar hasta cien.
Expresar la ira en una forma asertiva (no agresiva) es la fórmula más saludable. Permite aprender cómo clarificar las necesidades y cómo satisfacerlas sin herir a los demás. Ser asertivo significa no gritar, no empujar y no pisar a los demás.
Podemos suprimir o reorientar la ira cuando ésta aparece, deteniendo los pensamientos que la generan y enfocándolos sobre algo positivo. El peligro de este tipo de respuesta es que, al no exteriorizar la irritación, ésta puede quedarse "almacenada" en el interior y sacarla luego a destiempo.
La ira guardada puede crear, aparte de problemas psicosomáticos, conductas de agresión pasiva; por ejemplo poner caras largas a la gente sin decirle el porqué, en vez de enfrentarse racionalmente a la causa de su irritación, o comportarse con hostilidad, insultando o criticando.
No sólo hemos de controlar nuestra conducta externa, sino también nuestras respuestas internas, tomándonos tiempo para calmarnos y permitir que los sentimientos amainen.
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Fuente: No se lo digas a nadie ... así. Mejora tus relaciones a través de la inteligencia emocional. Francisco Galván
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