Por lo común la gente tiene dos razones para hacer una cosa: una razón parece buena y digna, y la otra, la verdadera razón.
Cada uno piensa en su razón verdadera. No hay necesidad de insistir en ello. Pero todos, como en el fondo somos idealistas, queremos pensar en los motivos que parecen buenos. Así pues, a fin de modificar a la gente, apelemos a sus motivos más nobles. La gente es honrada y quiere responder a sus obligaciones. Las excepciones a esta regla son comparativamente escasas. El individuo inclinado a regatear reaccionará favorablemente en casi todos los casos si se le hace sentir que se lo considera una persona justa, honrada y recta.
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