lunes, 2 de enero de 2012

Segundas parejas con hijos



Con frecuencia resulta beneficioso para los hijos que su padre o su madre encuentren una nueva pareja.  

Debemos tener en cuenta que si ya es complejo, a veces, acceder a la maternidad o a la paternidad y tener una buena relación con los hijos propios, aún pueden darse más complicaciones para establecer una buena sintonía con un niño que tiene otros padres y una historia detrás. Por ello, nadie debe sentirse presionado a querer inmediatamente al hijo/a de la nueva pareja, del mismo modo que no hay que forzar a los pequeños a que acepten al nuevo cónyuge de su padre o madre desde el primer día, como si lo conocieran de toda la vida.

Para que estas nuevas relaciones y vínculos tengan un buen inicio y desarrollo se necesita una gran dosis de paciencia, comprensión y comunicación, así como un tiempo adecuado para que todas las partes puedan elaborar sus fantasías y temores.
  • Los mayores deben entender que, al principio, los niños pueden rechazar a la nueva figura, cuestionando sus atribuciones y la autoridad que se le pretende otorgar. Los niños, inconscientemente, perciben a la nueva pareja de sus padres como un rival o presunto sustituto. No hay que caer en la trampa de sus provocaciones ni presionarles para le acepten rápidamente.
  • Tampoco debe olvidarse que a los pequeños este cambio puede hacerles sufrir y les provoca cierta inseguridad ya que se confirma para ellos la pérdida de sus padres biológicos como pareja.
  • Es conveniente diferenciar los roles de cada uno de los implicados. No se trata de ponerse en el lugar del padre o la madre ya que nunca podrán ser del todo sustituidos. Es preferible tratar de potenciar y aceptar la relación con el progenitor que no vive con él, ya que tiene un lugar incuestionable dentro de su psiquismo.
  • Las decisiones más importantes sobre la educación del hijo deberían ser consensuadas por el padre y la madre aunque estén separados, lo que no excluye que se le deba hacer entender que ha de cumplir las normas de la nueva familia.
  • El niño debe poder elegir el tipo de relación que desea o puede mantener con la nueva pareja de su padre o madre. Por tanto, no hay que imponerle que le llame "papá" o "mamá", ni criticarle si se dirige a él por su propio nombre.

La relación con las madrastras y padrastros generalmente es compleja. La psicóloga infanto-juvenil,    Patricia Fernández, afirma que este rol siempre es ingrato para quien lo ocupa “porque hay que tener en cuenta que lo que le interesa al niño es mantener la relación con el padre y con la madre, incluso cuando se separan. Siempre existe una esperanza de reconstruir la familia y ven en la madrastra el impedimento”, agrega la especialista.


Para los niños, no suele ser fácil aceptar la irrupción en sus vidas del novio de mamá o la nueva mujer de papá. Para los adultos, tampoco lo es encontrar su papel en la vida de los hijos del otro.

No existen reglas ni recetas mágicas sobre cuánto o cómo implicarse en la vida de los hijos de la pareja. En gran parte depende de si los niños viven o no en la misma casa, o de la presencia o ausencia del otro progenitor, pero son excepcionales los casos en que todo fluye con suavidad desde el primer día. 

Quererse lleva tiempo  

El amor no es algo que podamos imponernos como un deber o una responsabilidad. Y no es instantáneo, necesita cimentarse en buenos recuerdos compartidos y en infinidad de pequeñas experiencias cómplices.

Vincularse afectivamente requiere tiempo, por lo que nadie debería sentirse culpable por no amar a alguien a quien apenas conoce. Sin embargo, no se necesita querer a un niño para ser una buena influencia en su vida. Los niños necesitan de los adultos apoyo incondicional, cariño y seguridad. Aunque no podamos definir como amor lo que sentimos hacia ellos, tenemos mucho que ofrecer para contribuir a su salud, su bienestar y su felicidad. 

Incluso cuando en la fase previa de la relación parecía haberse establecido una buena conexión, lo más probable es que empezar a vivir bajo el mismo techo la deteriore. Para los niños que han vivido ya una ruptura familiar, suele ser especialmente difícil. No entienden un nuevo cambio que les viene impuesto y que a sus ojos tiene claramente más inconvenientes que ventajas. El tiempo que pasan con su padre o madre deben ahora compartirlo con esa nueva persona. Para colmo, la opinión de ese entrometido tiene mucho más peso en las decisiones que les afectan que las suyas propias. Se sienten celosos, ninguneados e inseguros, ¡y tienen claro quién es el culpable! No es sorprendente que se resistan a mostrarse simpáticos o cordiales.  

Por otro lado, muchos niños fantasean con la idea de que sus padres se reconciliarán un día y serán de nuevo una familia feliz. Mientras el intruso aparecía sólo de vez en cuando no era una amenaza; ahora que está aquí para quedarse echa por tierra las esperanzas de ese soñado final de cuento de hadas. Puede incluso que el ex o la ex les transmita su resentimiento y su antipatía hacia el recién llegado; o puede que, si éste les cae bien, se sientan culpables, como si estuvieran traicionando a aquél o aquélla. 

Con frecuencia, pasan las semanas y los meses y la situación no parece mejorar. Los adultos tratan de poner todo de su parte y se sorprenden al ver que por mucho que se esfuercen no pueden ganarse el cariño de los niños.

Los niños pueden necesitar muchos meses para comprender que el nuevo componente de la familia no es un enemigo que batir, sino alguien en quien se puede confiar y del que recibirán apoyo y cariño. Es una fase difícil. Los padres se encuentran atrapados entre los celos y la rabia de los pequeños y las demandas de apoyo de sus parejas; éstas se sienten dolidas porque, por mucho que se entreguen, no consiguen que dejen de odiarlas o ignorarlas.

El respeto, el inicio del camino
No podemos exigir a los niños que sientan amor o cariño, pero desde el primer momento debe quedar claro que sí están obligados a tratar al nuevo inquilino con cordialidad. El padre o la madre debe dejar claro que, como cualquier otra persona, merece un respeto y no es admisible tratarla con malos modos. Funcionar como un grupo compacto unido por una red de afecto y confianza llevará tiempo, pero el respeto es siempre el punto de partida.  

El corazón es un lugar muy grande, donde no hace falta sustituir un afecto para colocar otro. Por el bien de la relación -y por respeto al niño-, conviene abstenerse de criticar en su presencia a las personas que él ama y reafirmarle en que sabemos que su amor por ellas es correspondido. 

Evitando en todo momento realizar cualquier comentario negativo o crítico hacia sus padres y animándole a pasar tiempo con ellos dejamos claro que no competimos con las personas que para él son importantes y sentamos las bases para hacernos dignos de su confianza.        


Redefinir las reglas del juego 
La familia es, por definición, el lugar donde uno se siente seguro, querido y apoyado. La llegada de un nuevo miembro produce una situación extraña en la que es normal que se genere tensión. Esperar que los niños se desenvuelvan en ella con soltura no sólo resulta injusto, también es el camino directo hacia la frustración. 

Es esencial que los adultos dialoguen y lleguen a un consenso sobre las normas con que se regirá la vida en el hogar. Dar por sentado que se tienen ideas similares respecto a este tema suele ser un error.

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Es importante que la pareja aparque el intercambio de pareceres para cuando se encuentre a solas. Si los niños intuyen que no existe un frente común y sólido, aprovecharán las grietas para intentar salirse con la suya, manipulando las diferencias de criterio para enfrentar a uno contra otro. (...)

Las consecuencias o castigos que aplicar ante un mal comportamiento acostumbran a ser un punto de fricción en los primeros años, sobre todo con los pequeños que ya no lo son tanto. Siempre que sea posible debería decidirlos el padre o la madre del niño, ya que así funcionan mucho mejor y además se evita que se rebele o acumule resentimiento. En las situaciones en las que no se encuentre presente, su pareja debería situarse simplemente como “el adulto a cargo de la situación”. 


Si le preocupan preguntas como: ¿Cómo me verán los hijos de mi nueva pareja? ¿cómo es la mejor     manera de presentar a mi hijo la nueva relación? Estos prácticos y sencillos consejos facilitados por la Psicóloga Lourdes Mantilla Fernández le pueden ser de gran ayuda:

No hay nada peor que presentar a la nueva pareja que provocando un encuentro casual, sin haber hablado previamente de él a su hijo.

Los primeros encuentros mejor que se realicen fuera del hogar y que sean breves.

No impedir que el niño le pregunte a la nueva pareja todo lo que desee saber, demostrando que no hay nada que ocultar entre ellos.

Tener en cuenta la edad del niño, ya que los más pequeños aceptarán con mayor facilidad la nueva relación, que los adolescentes.

Dejar claro a los hijos, que a pesar de la aparición de esta persona, ellos continúan teniendo a los papás de siempre y que no van a perder su apoyo y cariño.

No establecer comparaciones de la pareja delante del niño. Es decir, evitar frases como: ¿A qué cocina mejor que papá?.

No caer en el error de sobreproteger en exceso al niño como recompensa al cambio que ésta sufriendo.

Limitar en el hogar los espacios, para que cada cual tenga la intimidad que necesita.



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Cuanto mayores sean los hijastros, más difícil les resultará la adaptación al padrastro-madrastra", explica Álvaro Cabo Rivas, psicólogo clínico del Gabinete Psicológico GOP. "En primer lugar, porque llevan más tiempo con un modelo anterior y, en segundo lugar, porque cuando se trata de adolescentes que están intentado independizarse de la familia, les cuesta aceptar que la nueva pareja esté intentando reconstruirla".

En este último caso, puede ocurrir que muchos padres y padrastros sin información confundan esta actitud de independencia del adolescente con el sabotaje de éste a la nueva pareja. "Más que por el deseo de no querer ver a sus padres, a los adolescentes les disgusta vivir en dos casas porque normalmente les impide mantener la relación con sus amigos. 


Esta actitud suele ser entendida por los progenitores como una muestra que no les importan o que están enfadados con ellos, en lugar de entender que a esta edad el grupo de amigos tiene mucha importancia. Además, es importante aclarar que muchos de los problemas que plantea el adolescente en la nueva familia los plantearía igualmente en la familia primaria", precisa Álvaro Cabo.

Lo ideal es que "los dos padres biológicos estén de acuerdo en la nueva relación y que luego se la expliquen al niño conjuntamente". Lo fundamental es hacer entender a los hijos, y a los propios padres y madres, que una de las partes o ambas han rehecho su vida sentimental, pero que esa situación no afectará "para nada", recalca Gayoso, a la relación entre unos y otros.

Consejos

Las siguientes consideraciones pueden servir, según Cabo, de pistas para que padrastro y madrastra encajen mejor en la familia y los niños y niñas no se vean nunca obligados a tener que elegir entre vivir "con papá o con mamá" porque no acepten al nuevo compañero o compañera sentimental:
  • Ser uno mismo, actuar con naturalidad y no representar el papel de "padre bueno" porque los niños ya tienen un padre.
  • Ser primero esposo-esposa y después padrastro-madrastra. La actitud de los pequeños puede influir negativamente en la relación de pareja.
  • No convertirse en padrastro-madrastra si no se quiere, pero es obligatorio ser honesto con los niños desde el principio.
  • Definir claramente su papel dentro de la familia, hacerse respetar y respetar a los demás.
  • No confundir 'querer a la pareja' con 'querer a los hijos de ésta', ni pensar que porque la pareja le quiere también le van a querer sus hijos.
  • Ser realista sobre su pasado y el pasado de su pareja y sus circunstancias. 

¿Quién debe ejercer la autoridad?

Otro aspecto a tener en cuenta a la hora de formar la nueva familia es el de la autoridad. Cuanto mayores sean los hijos, mas acostumbrados estarán a recibir órdenes de sus padres y madres y más extraño les resultará identificar a la nueva pareja como figura de autoridad. 

Explica el psicólogo Carlos Gayoso que la autoridad de las decisiones con relación a los hijos debe recaer siempre en los padres biológicos, sin desterrar la posibilidad de que en un momento dado el padrastro pueda ejercerla, sobre todo, cuando cuenta con el apoyo del padre biológico. "Lo recomendable es que tenga siempre el respaldo del padre biológico para ejercer autoridad y que la ejerza en momentos puntuales. 

Especialmente al principio, hay que tener mucha precaución y dar tiempo a los niños, primero, para que se habitúen a su presencia, y, segundo, para saber que también pueden recibir órdenes de ellos e, incluso, les pueden imponer castigos. Llega un momento en que la nueva persona está tan integrada que actúa con los niños de una forma natural, aunque no sea el padre o la madre biológicos", detalla. 

Para Álvaro Cabo, el padrastro o la madrastra "pueden y deben mostrar autoridad ante los niños" porque, a su juicio, el grado de cohesión de la nueva familia es directamente proporcional al grado de cohesión de la pareja. Esto significa que el padre o la madre que ha formado una nueva pareja debe admitir "y exigir" que ésta participe en la educación de los hijos, ya que de lo contrario se convertiría en una figura de adulto extraña en el hogar y en la vida afectiva del niño. 

Por ello, el psicólogo considera que cuando el segundo matrimonio falla casi siempre está causado por discusiones sobre los hijos, porque la autoridad de padrastros y madrastras no es aceptada generalmente por los niños hasta que se establece una relación amistosa entre ellos, que suele tardar entre uno y dos años. 

Es muy importante que los miembros de la nueva pareja se apoyen mutuamente y que el padre o madre biológicos cedan poco a poco terreno al padrastro-madrastra en casa con los menores. Es fundamental que cuente con el respaldo del padre y de la madre para ejercer esa autoridad y que los hijos reciban el mensaje de que, en su ausencia (de los padres biológicos), deben cumplir esas órdenes. Sólo así el padrastro o la madrastra podrán ejercer más adelante la autoridad aunque el progenitor se halle en casa, porque conocen el respaldo de los padres a esta actuación. 

Cuando los progenitores biológicos viven, es importante aclarar que su papel va a seguir siendo el mismo y que la relación no va a cambiar entre padres e hijos, con la salvedad de que ahora hay otra persona que también puede dar afecto al menor e interesarse por él", explica Carlos Ganoso. 

"Se necesita tiempo para salir del pasado, la intensidad de los vínculos afectivos no debe forzarse y cualquier sentimiento requiere tiempo para desarrollarse. Hay que desterrar los mitos irreales. El cariño no surge por obligación, ni de un día para otro y, aunque no exista, puede ser reemplazado por respeto y tolerancia", añade.



Es muy importante evitar forzar vínculos con los hijos de nuestra nueva pareja, especialmente si convivimos con ellos en vacaciones, etc.
En primer lugar, como adultos, tenemos que tener en cuenta que para los niños no es fácil tener que asumir el no ver a sus padres juntos, al principio pueden manifestarlo con silencios u enfados o actitudes desafiantes. Deben aprender a convivir con personas sin mucha vinculación y que además tienen otra manera de organizar la casa, otras costumbres.

Favorecer ( sin presionar) los  lazos en el seno de la nueva familia. Para ello:

-Nunca se deberá hablar mal delante del niño de la familia pasada. Sus raices no deben tambalearse.

-Cada uno en su lugar, los padres son los padres, y las nuevas parejas de éstos, no los sustituyen, sólo los deben de apoyar en las decisiones filiales.

-Dedicar tiempos en exclusivas con nuestro hij@, aunque tengamos otra pareja y poco tiempo.Nuestro hijo lo necesita más que nunca.

-Compartir situaciones placenteras en la nueva familia, el apego se construye con nuevos momentos vividos, no antes.

-El padrastro o madrastra no debe mostrarse como rival ni como un cero a la izquierda, es encontrar un punto de equilibrio. Éste se consigue charlando mucho con la pareja, y ver que rol es conveniente que se adopte, no dejando este tema a la improvisación.

-No forzar el vínculo entre hermanastros, tiene que cuajarse de forma natural, los adultos crearemos situaciones que lo favorezcan, nada más.

-Podemos convivir con personas muy diferentes a nosotros, la diversidad enriquece.

Jamás hacer...

- Tener favoritismos con los niños.
- No poner al niñ@ entre la rivalidad de "dos familias".
- No escuchar al niño cuando se siente sólo o triste tras el divorcio.
- Hablar mal de su papá o su mamá. Son sus grandes amores.

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